martes, 18 de noviembre de 2008

Hola a todos! Tras la experiencia (inconclusa) de mi blog meineigentum, que seguiré manteniendo (pero poco), lo cierto es que mis chaladuras van evolucionando en los últimos tiempos y el foco de mi interés se ha centrado en lo que podríamos llamar recuperación de la infancia. Dicen que un adulto es un niño con dinero y algo hay. No es que tenga síndrome de Peter Pan pero, en general, creo que mi generación se dio demasiada prisa en abandonar la niñez. Juzguen ustedes mismos, pero a punto de cumplir los diecisiéte años ya probé la delicias de la violencia gratuita (?) que se practicaba en las comisarías franquistas. Y ese mismo verano tuve mi primera experiencia laboral. No se qué prisa teníamos, francamente (je, je, je, y bahamondemente), pero el caso es que así fueron las cosas. La cosa es que, se me crea o no, no tengo traumas infantiles y creo que aquel periodo fue, en general, bastante feliz. Como ya he dicho, en todo caso, duró poco. El tema del tema, que diría Quim Monzó, es que, al advenirme la pubertad o lo que sea, pues como que me dí prisa en cortar amarras con la niñez y empezar a dármelas de tipo duro y de sexualmente precoz. No es que hiciera mal -ojo-, que dicen que la decadencia sexual comienza a los 19, pero hay que reconocer que fue una memez desprenderme de cuanto me relacionaba con aquella etapa generacional. Y creo que hay no una sino varias generaciones en trance de recuperar la infancia. O, por lo menos, los objetos que la ambientaron y le dieron sentido. Quizá porque la decadencia y la pérdida de calidad de los juegos y juguetes ha sido tan galopante que cualquier bibelot de "mis" días tiene hoy día un valor impensable. Como sabrán, al menos, las personas que me conocen, nací en 1955, con lo que los años álgidos de mi infancia transcurrieron durante los años sesenta y entré -literalmente a patadas- ya hecho un machito en los setenta (demasiado pronto ¿ya lo he dicho?). Y en aquél tiempo todavía los objetos que nos servían de solaz tenían una calidad intrínseca que el tiempo va demostrando. Incluso creo que fueron los últimos momentos dorados, antes de que el plástico sin estilo lo invadiera todo...
Un ejemplo evidente de lo que digo y mantengo son los famosos Juegos Reunidos Geyper. Cuando, ya en los años ochenta, compré una caja "de las gordas" (45 o 50 juegos), no para mí sino para mis niñas (Beltane y Belisana), me quedé de piedra al comprobar la galopante pérdida de encanto que suponía con respecto a las cajas (sin duda más modestas) de las que gocé en mi infancia. A partir de los años setenta estos juegos fueron convirtiéndose en la sombra de lo que fueron. De las figuras en madera torneada se pasó al villano plástico, también la madera de las cajas que contenían tanta maravilla se convirtió en pedestre cartón. Pero, sin duda, la mayor pérdida fue la de los propios tapetes o cartones de juego. Los que recuerdo con unción eran todos ellos obra del dibujante valenciano Karpa y algún técnico desinformado los fue cambiando por otros inanes y despersonalizados. Hace unos meses, no muchos, compré por ebay una colección de juegos Geyper datable, aproximadamente, en la época dorada de mi infancia. Allí recuperé (¡Por fin!), cartones de los que ya sólo tenía vagos recuerdos. Me refiero a los que servían de soporte a juegos como "En busca del tesoro" o "La gran carrera", y también otros como "Merienda de negros" o el "Juego de las construcciones". De nuevo sucumbí a su encanto y poco a poco he ido reuniendo unas cuantas cajas más, de diversas épocas. A medida que trataba de saber más de estas colecciones de juegos me fui dando cuenta de que eran tributarias de otras, como los anteriores "Juegos Reunidos Borrás", etc. Y también me percaté de que era muy difícil sistematizar esta colección incipiente. El propósito de este blog es, entre otros, el de entrar en contacto con otros estudiosos del tema con vistas a escribir (es un decir) lo que podría ser la historia de los Juegos Reunidos Geyper. Y, ya puestos, por aquí irán saliendo otras cosillas que, en su día, me llamaron mucho la atención y que, por pillarme en plena etapa de "impregnación", me dejaron bastante huella. Por ejemplo, las colecciones de cromos Nestlé "Maravillas del Universo" e incluso el primer cuento que tuve y del que tantas enseñanzas (bizarras) extraje. Me refiero a "Noddy´s Penny Wheel car", de Enyd Blyton y cuya recuperación inesperada (tras su pérdida, hace unos 45 años en mi Ibiza natal) ha sido un poco el motor de este viaje nostálgico a los días de mi infancia...

3 comentarios:

belisana dijo...

Eso es un padre con dos cojones!!! Se me saltan las lagrimas de leerte....

Antonio Ruiz Vega dijo...

Sí, esto... bueno, gracias Beli, pero espero que entre más gente, porque si no, pues nos llamamos por teléfono y tal. Gracias de todos modos y date una vuelta por el mercado de San Antonio a ver si encuentras algo. Je je je. Te quiero.

Manuel de Soria dijo...

Soy un poco mayor que Antonio y, aunque no jugué con estos juegos, sino con los de la calle: el marro y la pita, las bolas, el aro y la guía, la piola, el burro largo y otros, es de admirar esta su vuelta a su (nuestro) pasado. Ah, los niños de ahora no saben jugar, por desgracia, y salvo honrosas excepciones. Pobres.