domingo, 23 de noviembre de 2008

Caja nº 6 "Juego de las Construcciones"


Aunque a distancia de "La Gran Carrera" y "La Búsqueda del Tesoro", este juego era uno de mis preferidos. No el juego en sí, que la verdad ni recuerdo cómo se jugaba, sino el genial cartón. Si algo queda claro es que lo de la construcción es divertido y creativo a tope. De ahí me debió venir mi vocación de arquitecto (bueno, amateur, pero lo soy, o lo he sido en las dos acepciones del término, pues he coordinado no sin éxito los diversos oficios en la restauración/reconstrucción de más de una casa y, por otra parte, he construído, al menos, un arco que todavía no se ha desplomado ni lleva trazas de hacerlo). Claro que esta obra no cumpliría ni una de las actuales normas de seguridad en el trabajo, y eso por no hablar de la mala leche del galopín que hace trizas un ladrillo en la cocorota de otro más sufrido que acarrea un cubo de masa. Véanse las arcaicas artesas de madera, a los yesaires en plena faena, la actitud pedantesca (con una improbable pipa en la comisura) del carpintero... La verdad es que se me ocurre un juego más completo, que incluyera la trama corrupta inherente al oficio, una especie de Palé, donde los constructores (como en la vida real) compraran partidos y candidatos, poseyeran periódicos y cadenas de televisión, recalificaran terrenos, pillaran maletines de dinero negro... Algún día me pondré a ello, aunque me extraña que no se le haya ocurrido a nadie antes.

Caja nº 6 "La búsqueda del tesoro"

Este es mi cartón preferido. Es increíble las cosas que me sugería este genial recorrido donde se pasan revista a los grandes tópicos de las novelas de aventuras. En algo debió influir para definir mi primera vocación, la de explorador de tierras ignotas. Por desgracia no tardé en saber que la Tierra estaba ya completamente explorada... El protagonista es ese jovencito vestido de boy scout con todos los adminículos del explorador (fusil, mochila, cantimplora, sombrero "de tres pedradas" -al menos así llama mi amigo Peracho a esta prenda que fue reglamentaria del ejército norteamericano hasta la Primera Guerra Mundial) que parte impávido al encuentro de lo desconocido, en una ruta plagada de peligros. Tiene algo de Tintín y prefigura casi exactamente al futuro Indiana Jones. Los peligros son iconos imperecederos. El tigre antropófago, los rápidos del río, un bíblico arbusto en llamas, la serpiente (junto a la cuál, un montón de osamentas humanas nos habla de su letal mordedura), el poblado aborígen (y poco importa que en un contexto claramente hindustaní las cabañas de bálago traigan referencias africanas) y, finalmente, el ominoso precipicio (insondable, insondable) justo antes de llegar a esa especie de Taj Mahal donde se custodia un tesoro (dibujado a otra escala, claro). Por cierto, mi paranoia crítica daliniana veía una cara oriental en las rocas de la derecha, a la altura del número 21... "Mogambo", "Hatari", "Tres lanceros bengalíes" y el "Hombre que pudo reinar" en un tapete de juego infantil. ¿Hay quien dé más?

Caja nº6 Parcheese

Karpa ha planteado este clásico juego como un torneo de amor. Casi casi un homenaje implícito (aunque, supongo, involuntario) a Marcel Duchamp y su Gran Verre subtitulado "La marièe mise à nu pair ses célibataires meme". Los celibataires, o solteros (la traducción es aproximada) han de recorrer un largo camino y competir entre sí como los zánganos para llegar a la Abeja Reina. Los cuatro, incluso el gordito, exhalan amor en forma de nubes de corazoncitos. Todos visten sus mejores galas y portan el inevitable ramo de flores... Hay otras dos versiones del Parcheese, pero sin duda esta es la mejor...

Caja nº 6 "La Gran Carrera"

Este cartón es sin duda mi preferido, junto a "La Búsqueda del Tesoro". Ambos son variantes del viejo juego de la Oca, pero aquí Karpa se ha esmerado especialmente. El castillo del final es magnífico y también el bosquecillo donde se extravía el viajero mal informado. En las montañas del fondo yo creía adivinar perfiles de animales ocultos, como en esos juegos de encuentre la figura escondida, etc. ¿No creen que hay algo extraño? En cuanto al resto, se trata del típico viaje por carretera en un país como era la España de los años cincuenta (e incluso la de los sesenta). Mi referencia eran los viajes anuales Soria-Valencia (para coger allí el barco de la Transmediterránea que nos llevaba a Ibiza) en un viejo Ford (SO-788) apodado "el coloradillo" por su pintura rojo ladrillo. Parábamos siempre a comer en la turolense villa de Calamocha y eran frecuentes las paradas por las diversas pejigueras del vetusto automóvil. Que si pinchazos, calentones, repostaciones varias (de aire, de agua, de combustible). También había misteriosos controles de la Guardia Civil que a veces duraban horas. En la práctica se cortaba la circulación. Años después supe que en la serranía de Albarracín todavía actuaba entonces (últimos cincuenta, primeros sesenta) el "maquis" antifranquista, cuyas actividades provocaban estas insólitas demoras en más de una ocasión. El número 68 corresponde con una institución familiar entonces, hoy ya desaparecida, la de los "peones camineros", probos funcionarios que vivían a pie de carretera y a cuyo cuidado estaba confiado un determinado sector de vía. Los peones camineros solían compatibilizar su trabajo con la gestión de un bien poblado corral, una amena huerta, frutales... y a veces hasta podían facilitar un modesto refrigerio al cansado viajero. Del número 13 al 20 vemos la carretera custodiada por una paletilla con almenas de obra, algo muy frecuente entonces, como lo era, y eso no aparece aquí, las interminables filas de árboles que custodiaban casi todas las carreteras nacionales. Árboles pintados con una gruesa faja de pintura blanca reflectante y algunos de gran porte, hasta el punto de que muchas veces sus copas se juntaban y entremezclaban en las alturas, pasando el vehículo como por un túnel de fresco verdor... Por desgracia eran mortales de necesidad en caso de salida de la carretera y poco a poco fueron eliminados. Lo que fue una pena, pues aparte de la pérdida de masa forestal, daban un aire ruralizante al tráfico rodado.

Caja nº6 "Juego de la Oca"


Aunque Karpa hizo, al menos, dos versiones de este popular juego de origen inmemorial, creo que esta, la más antigua, es la mejor. La Oca es un juego bastante truculento y el dibujante ha captado este matiz. Me encanta, por ejemplo, que algunas escenas "recorran" varias viñetas, por ejemplo los enanos de los números 47,48 y 49 o las 56 57 y 58, cuando el caballero se enfrenta con el dragón y la muerte. Es una idea feliz que el paje alegre que comienza el juego con algo de entusiasmo adolescente se transforme, en los últimos escaques, en un caballero cubierto de armadura. La idea iniciática de este juego que, como todos los grandes juegos, es parábola de la vida, está captada perfectamente, bajo la aparente infantilidad. Yo, al menos, veía esa y otras cosas cuando jugaba de chaval. Creo que cosas como esta contribuyeron a mi formación intelectual.

Caja nº 6 "Merienda de negros"


Hoy hasta el título resultaría "políticamente incorrecto". Karpa se ha hecho un poco de lío con los "totems" donde están atados los exploradores, porque tienen un carácter claramente norteamericano, no sé si sioux, apache o blackfoot, pero por ahí va la cosa ¿no? La escena se pinta sola, con detalles simpáticos como el niño que pide probar el caldo (véase el juguete que arrastra) o la expresión de gula del orondo cocinero o la casi concupiscente con la que dos de los guerreros miran a los prisioneros más entrados en carnes. Lo lógico hubiera sido que entre los atados al poste hubiera, al menos, un misionero, pero eso era probablemente imposible en la España franquista de aquellos años. Cruce de sala de banderas y sacristía... Lo mejor es el ambiente de sano jolgorio que emana de la estampa, morigerada por la expresión de circunstancias de las futuras viandas...

Caja nº6 Cacería de fieras

No tengo mucho que decir, creo que nunca jugué a este juego.